WANDERLUST
No sé realmente cuándo empezó mi pasión por viajar,
por ver otras calles y perderme en ellas.
Había recorrido muchos lugares pero el Sur seguía siendo
mi preferido. Cada vez que veía sus lagos, sus montañas,
cada vez era distinto, era mágico. Aroma a tortas fritas
hechas
por los últimos mapuches, chocolates y estrellas.
Disfrutaba tanto de mi soledad que solía ir a sentarme a
la barra
de un bar con el simple propósito de ver a la gente
bailar,
mientras copos de nieve caían fuera, en las noches de
julio.
Muchas veces no podía resistirme a aceptar ciertas
invitaciones.
Un hotel desvencijado. Roces con ropas que a veces sabían
mejor
que la misma desnudez. Besos que me encantaban,
aunque era consciente que con el sol todo se derretía,
como otras veces. No importaban para mí los nombres,
solo era yo y los lagos, aunque helados, de placer.
Gilda
Hernández-Maskivker
Diplomada
en Turismo
(VII
Antología pág. 305)
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