HIZO BIEN
Cuando compré mi
primer coche en España, llevaba apenas tres
meses en el país.
No tenía carné de conducir español, pero sí el
que había
obtenido en Cuba a inicios de 1990, válido por seis
meses en Europa.
Discurría por entonces lo que se ha llamado
eufemísticamente “Período
especial en tiempos de paz”. Traducido:
la crisis más
profunda de la historia de Cuba, cuando desaparecieron
los alimentos de
los mercados y se presentaron enfermedades por
avitaminosis que
solo visitan a los países más pobres del África
profunda. A
fuerza de derivar hacia las bocas de mis hijos las pocas
viandas que
conseguíamos, descendí hasta los cincuenta y siete kilos,
lo cual, en mi
caso, equivale a la impúdica exhibición del esqueleto.
Y esa foto de mi
exoesqueleto era la que aparecía en el carné de
conducir cubano.
Cierto día, a la salida de Jaén, me detuvo la policía
para un control
rutinario, y solicitó la documentación. Al recibir mi
carné de
conducir, lo examinó por ambos lados, miró la foto, me
miró a mí, volvió
a mirar la foto, volvió a mirarme con insistencia,
como si
sospechara una suplantación, y un minuto más tarde me
preguntó: “¿Cubano?”.
“Efectivamente”. Echó otra mirada a la foto
del carné, tasó a
ojo de buen cubero los diez kilos que por entonces
ya había recuperado,
y antes de devolverme los documentos y
desearme buen
viaje, preguntó: “¿Cuándo vino de Cuba?”. “Hace
tres meses”, le
respondí. Su última observación fue lapidaria:
“Hizo bien”.
Mientras me reincorporaba a la autovía supe que,
efectivamente,
había hecho bien, no solo al evitar mi desaparición
física, sino al
emigrar hacia un país donde había policías con sentido
del humor.
Luis Manuel García
Méndez
Escritor,
periodista y editor
(VIII Antología pág. 117)
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