lunes, 16 de febrero de 2015

ANTOLOGÍA 2014: LLUEVO

LLUEVO

“Estás idealizando. España… Europa… la tierra prometida… tu
trozo de pastel… Créeme. Sé lo que digo. Sé que apenas hablarás
con nadie que no tenga la piel tan cetrina como tú, y que te mirarán
con lástima o con asco, y que te acusarán de robarles el pan de sus
hijos, y de arruinar con tu inmunda presencia el núcleo comercial
de la ciudad; y que serás pasto de pintadas en muros de suburbio,
y carne de cañón en las comidillas de los bares, y víctima de las
sobremesas de las españolas, que, mientras invitan a las vecinas
a tomar café en sus tazas de Lladró, esbozarán sobre una mesa
camilla convenientemente atildada chascarrillos acerca de tu ingrata
presencia en el país, y rezarán a los santos para que les concedan
un poco más de mano dura con los inmigrantes, añorando la época
en la que los políticos montaban a caballo, y si no les conceden
el capricho, incitarán a su hijo para que pueda actuar a su antojo,
libre de manos y de pies, que para algo le regaló ella a su Borjita
las botas de tacón con punta de acero reforzado. Y cuando no
tengas a nadie con quien hablar, a no ser tus propios compatriotas,
te acusarán de hacer de los locutorios tu casa. Claro, Edmundo,
es que no te integras. Menos mal que cuando arribe la Navidad te
convertirán en mártir de sus bonitos deseos para el año entrante, y
vivirán esos días en familia, aunque a ti no te sea posible, aunque
tú no me puedas abrazar, si es que a esas alturas todavía te importo
algo…”.

Entonces comienzo a lloviznar. Edmundo para el motor de la
furgoneta, me abraza, y acerca su boca para beber de mis ojos la
última lluvia boliviana.

José Agustín Navarro Martínez
Economista
(VIII Antología pág. 109)

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