lunes, 28 de mayo de 2018

SEGUNDO PREMIO OROLA 2018: ÁRBOL, SEMILLA Y CANTO




ÁRBOL, SEMILLA Y CANTO

Soy de Iberoamérica. Nací en México. Vivo en el mundo. Mi corazón canta como el agua. Mi cuerpo crece como maíz. De mis sentidos surge la tierra. Los abuelos cuentan que del otro lado del mar, llegaron hombres con ojos color océano y oriente médula. Dicen que del eterno fuego del sol de las Américas surgió el serpentino movimiento, que contonea la rama del transatlántico camino de los ríos que llevan hasta la Argamasilla de Alba, allá por la España clara, donde don Quijote dijo (escucha Sancho): «Contempla lo que allí delante tenemos, es el viento cantando, profundo el espíritu lleva, allí donde se descubren desaforados gigantes». Así Hispania emprendió camino en los ayeres, sobre arena, lagos de sal, mar de oyameles. La masa de agua prometía ser esférica y no plana. Como puente conectó superficies amalgamando el barro con el hierro. «Todos somos semillas y cantos», eso no lo dijo don Quijote, lo explicaron los pueblos milenarios por donde navegantes y peregrinos abrieron surcos de verde jade selva. Hoy ya no se trata de España o de las Américas. Se trata de todos, porque todos somos familia. Todos venimos del mismo árbol, de la memoria del tiempo, de muchos tiempos. Somos de muchos colores, de muchos matices, pequeños e inmensos, redondos y alargados. Como gotas de agua, de carne, de cúrcuma y paella, tamal y sapiencia. Venimos como Quetzalcóatl a librar ocultas batallas, aquí o allí, aunque nadie lo sepa, ni nuestras instruidas conciencias. Aquí o allá, con lengua fractal abrimos la vida para jugar en el universo. Como hilos de existencia, los hijos de estas y aquellas tierras seguiremos tejiendo, bordando, mezclando la luz hacia el cielo, haciendo brotar el amarillo sol, la roja grana, la verde vida y el cosmos multicolor de donde florece la memoria que nos sustenta.

Berenice Guadarrama Flores

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