PRIMAVERA EN
EL CLAUSTRO
Basílica de la Santa Jerusalén, Hispalis (hoy Sevilla).
—¿Por qué lo dices, señor?
—Vivimos bajo el amparo de ese espejo de príncipes, Suintila, que ha unificado el reino. Y las Españas se desprenden del cisma tenaz del arrianismo.
—¿Otras landas son más feroces, señor?
—No profesan la fe verdadera ni gozan de calma y prosperidad. Además, el frío terrible o el calor sin pausa las vuelven intolerables.
Un gozo súbito enaltece al joven clérigo.
—Señor, mira nuestros jardines: hermosos y fértiles.
—Nosotros florecemos copiando. Tal nos pide Dios. Como Noé salvó la vida de animales y plantas, así la lengua latina, cristal para el pensamiento, y Aristóteles, padre de las materias todas. Un mundo al que los godos aportan energía con su sangre nueva.
—Señor, según he leído en tu opúsculo, ¿la Divina Providencia quiere que España goce de un mañana grandioso?
—No es soberbia. ¿Quién no ve los ojos de la madre como cristales celestes? ¡Yo casi no conocí a la mía! Por eso el amar la patria donde se ha nacido no juzgo pecado, sino gratitud a los designios del Señor.
—Aun sin tu saber, experimento lo mismo.
Nacida en Madrid
Licenciada en Derecho e Historia Antigua
Después de trabajar muchos años fuera de España, ha logrado ganar algunos premios literarios a su vuelta
Ha publicado trece libros y esta es la tercera vez que el Premio Orola escoge su vivencia para la antología
(XVII Antología)
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