«… Se dijo que su
biblioteca era un coro de voces de muertos que a través de sus libros seguían
hablándoles a los vivos y a los que vendrían después. Y que sus propias obras
en breve iban a ser también la voz de un muerto, un muerto hablándoles a los
vivos y tal vez a los que vendrían después…» (pág. 122, Javier Carro Díaz,
«Ocaso»).
No hay comentarios:
Publicar un comentario