«… Fue
mucho después, tras décadas de bucear entre sus páginas, cuando concebí la
imagen de la biblioteca perfecta: una estancia con artesonados de color verde,
suelo de mármol y adornada con retratos de los mejores autores. Como la
biblioteca romana de Asinio Polión. Entre sus baldas, perfectamente ordenadas y
presididas por las Sagradas Escrituras, se sucederían obras de teología, de
historia, derecho e incluso medicina…» (pág. 124, Elisa Rivero Bañuelos,
«Biblioteca»).
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