SONIDOS DE SEFARAD
Acomodada en una butaca de color carmesí, con la huella
de la memoria impresa en mi cabeza, veo encenderse las luces del escenario. Una
mujer de tez morena, ojos de almendra y pelo rizado sonríe amablemente,
mientras, desde su iluminado pedestal, saluda a un público expectante escondido
entre penumbras.
Acordes medievales
de otra época comienzan a deslizarse por la sala. Los sonidos sefardíes del
laúd, y la voz aterciopelada de la mujer cantante, me transportan a un momento
de dolor, nostalgia y despedida que hace cientos de años protagonizó aquella
raza bendecida por Dios, y maldecida por los hombres, que tantas persecuciones
ha sufrido a lo largo de su historia. Muchos se quedaron; otros, fieles a su
credo, iniciaron un resignado éxodo que ya forma parte de su esencia.
Imagino las miradas
perdidas, los adioses, las lágrimas, las lamentaciones… Y en las notas que
escucho, percibo la angustia y la desolación de quienes, un 2 de agosto, decían
el último adiós a su patria.
Evoco las
efemérides y, en la representación del calendario, compruebo que ese mismo día,
en ese mismo año, otro adiós lleno de gloria tenía lugar en Palos de la
Frontera, el de los marinos que, en busca de rutas mejores, hallaron un Nuevo
Mundo para «facer las Españas».
El laúd, testigo de una cultura sublime, sigue sonando y
yo, consciente de su notoriedad, celebrando lo que me une a aquellas gentes, me
quedo pensativa y espero su regreso.
Sonia M.ª Saavedra
de Santiago
Estudiante del
Grado de Historia
Abogada rotal
CARTAGENA (Murcia)
(X Antología)
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