POEMA DE UN ANCIANO
No hay frontera que
limite
el paraíso de los
que sueñan.
No hay muros
fronterizos
que sufran por las
detonaciones
de los que
idealizan.
Veo aún, escuelas
en campos amarillentos,
colegios en grandes
urbes desbarrancadas,
pizarras con tizas
blancas y borradores de paño,
profesores
ilusionados que enseñan nuestras palabras.
Qué grandeza el
poder viajar,
ser comprendido,
que me acojan,
porque entiendo sus
lenguas
y puedo incluso
expresar mis olvidos.
Oigo aún, Españas
divididas,
perdidas en la
estepa de lo no aprendido,
ocultas en
laberintos de incertidumbres,
unidas por un hilo
sutil que las guía sin rumbo,
disonancia entre
costumbre y discrepancia.
Qué de voces al
unísono
en tiempos
alternos,
qué de palabras
comprendo.
No estoy sordo
aunque hayáis
querido decirme que
ya no escucho.
Quiero sentir los
latidos de esta patria nuestra,
marcando el ritmo
de las horas pasadas,
en el compás de un
ritmo alegre y con sentido.
Qué de corazones
aventurados
que aman en
silencio, sin pizarra, sin tiza,
únicamente con la
expresión de sus rostros.
Me despertaré
mañana, poco a poco,
más viejo, más
anciano, más sordo que hoy,
y preguntaré por
vosotros,
por ella, por este
suelo que pisamos
al que yo beso
entre líneas.
Laura Garrido
Barrera
Licenciada en
Ingeniería Informática por la Universidad de Deusto
Trabaja en el
Ayuntamiento de Vitoria en el Departamento de Tecnologías de la Información
VITORIA-GASTEIZ
(X Antología)
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