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viernes, 5 de abril de 2019

ANTOLOGÍA 2018: LA ESCUELA DE SOTO





LA ESCUELA DE SOTO

Dicen que en la noche de San Lorenzo, las estrellas fugaces tocan las siluetas de los picos con su luz y, como si de una varita mágica se tratara, convierten a Soto de Sajambre en un lugar de cuento, donde los sueños, a fuerza de perseguirlos, se hacen realidad, como el de Félix de Martino. Allá por el año 1888 embarcó rumbo a México, dejando atrás las penurias de un pueblo a medio camino de ninguna parte, un paraíso escondido entre montañas y duendes, el refugio cuasi perfecto de los dioses si no fuera porque ellos mismos olvidaron dónde estaba. Atrás quedaron las pobres mujeres lavando a la orilla del río, sorteando el frío y la nieve y un montón de rapazucos como él, sedientos de futuro y pobres de presente. La fortuna le sonrió y quiso compartir esa sonrisa con sus paisanos construyendo una nueva carretera, un lavadero, una fábrica de luz, y lo más importante una escuela, la mejor de la provincia, a la que dotó de los más selectos materiales didácticos de la época con los que pocas escuelas en España contaban. Al frente, un maestro, elegido de entre los mejores de la Normal de León, que abrió la puerta del saber y del conocimiento a los niños de esta escuela que se inauguró en 1907, donde aprendieron a ser dueños de su propio destino en una tierra de extraordinaria belleza para los ojos y gran dureza para vivirla. Después vino la guerra y la muerte prematura del mecenas, y el sueño se fue apagando como una estrella fugaz que hizo brillar a un pueblo y a sus gentes para terminar desapareciendo entre estas cumbres. Al menos, aún hoy, perdura su estela.

Esperanza Temprano Posada
Abogada
Escribe, no sabe respirar de otra manera
(XII Antología)


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