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miércoles, 11 de septiembre de 2019

ANTOLOGÍA 2018: MANGO, OPORTO Y BESOS. MUCHOS BESOS



MANGO, OPORTO Y BESOS. MUCHOS BESOS

Cada día me concedo tres placeres: una copa de oporto al anochecer, un mango a media tarde y pasear a fuego lento por el recuerdo de Adelaida Nogales de López a todas horas. Adelaida era hija del indiano que veraneaba en mi pueblo cada año. Llegaba desde el otro lado del mar, un mar que para mí era una mancha azul en el mapamundi de la escuela. Una tarde adolescente, me tropecé con su mirada violeta, su piel mulata y unos labios gruesos que parecían llenos de besos sin dar. Ella sonreía mientras yo enrojecía hasta los huesos; cuando conseguí serenar los martillazos de mis sienes oí que me invitaba a jugar a su corral, sin responder me adosé a su lado y la seguí, hasta el patio, hasta el fin del mundo. Hasta hoy. Al separarnos me miró y me besó una sonrisa.

Sin darnos cuenta tejimos una red de encuentros sin cita, tardes llenas de calor y confidencias: «De mi país solo adoro un dulse mango…» me decía, yo asentía sin saber qué era un mango, hasta la tarde que nos besamos como se besan las playas y el mar, sin límites ni orden y sospeché que así sabrían los mangos. Llegó el día de su partida y las palabras huyeron. «Escríbeme», dijo al subir al coche, «Sí», respondí yo, mientras nuestros ojos se despedían como el eco, alargándose sobre las chimeneas y las cumbres. Quedé a la intemperie, calado de amor.

Cada semana del resto de mis décadas he puesto tres palabras en un papel para que crucen el mar, la noche y lleguen a sus ojos: «… y te amo», y dicho esto sobra el resto, porque sabe dónde, cómo y cuánto. El universo sigue su ciclo y hoy mis ojos ancianos buscan en la copa de oporto el tono tostado de su piel y en cada mango recupero el sabor de aquellos labios y regresan sus eses en mi oído, mientras releo su última carta donde me habla de playas, mangos maduros y besos. Muchos besos.

Gelines del Blanco Tejerina
LEÓN
(XII Antología)

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