PECADOS
VENIALES
Antonio de Nebrija carece en los fogones
del talento que sobradamente se le atribuye entre el lenguaje y las letras. Sin
embargo, no ceja en su empeño de cocinar. Y, aunque Isabel y Francisca intentan
alejarle del horno y los pucheros, ahí le tienes todos los domingos y las
fiestas de guardar, perpetrando tentativas de envenenamiento a cada olla de
garbanzos, que adereza de tocino y hierbabuena. Bien, lo que se dice bien, solo
sabe guisar callos de puerco con trompetas de la muerte. ¡Deliciosos! Pero eso
sí, los prepara únicamente en Miércoles de Ceniza. Solo a veces, cuando le
viene en gana, repite por el Viernes de Dolores. Supongo que para fastidio de
los cristianos que andan ayunos de la carne en tales fechas. Claro que, hasta
los clérigos más rectos sucumben a la tentación. Para luego quedan los ardores;
los del estómago por un par de días y por varias semanas los de la conciencia.
Quizá sea la manera de ajustar cuentas
con la Inquisición. A ver si entienden los del Santo Oficio que a san Jerónimo
le faltaba no poco rigor gramatical. Y que, entre las páginas de la sagrada
Biblia, su ligereza le lleva a confundir, verbigracia, al «flamenco» con el «calamón»
y hasta a una «gacela» con una «muchacha».
—Son errores que admiten corrección,
pero si a uno le dejan —arguye Antonio de Nebrija y remueve el aceite con la
espumadera.
—Sobra la soberbia y escasea la humildad
—asevera fray Custodio mientras moja otra hogaza de pan en la salsa de callos y
setas.
Nacido en Madrid, reside en Pozuelo de Alarcón. Cincuenta y cinco años de edad, casado con dos hijos.
Licenciado en Derecho.
Trabaja en RR. HH. y escribe en sus pocos ratos libres.
Premios: ganador del concurso de cuentos Noble Villa de Portugalete y finalista tanto del concurso de relatos de Alcantarilla (Murcia) como del concurso LaMucca de relato corto.
(XVIII Antología)
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