«… ¡Humanista esplendente, Elio
Antonio! Para ti no hubo nada que pesara menos que las plumas de las aves
apretadas por tus meritorios dedos coordinados con tu pensamiento para escribir
tamañas obras. Tus plumas y la tinta permitieron que tus manos volaran raudas a
los dos árboles del paraíso, al árbol del conocimiento del bien y del mal y al
árbol de la vida para colgar cartelas escritas en latín, griego y hebreo que
ondearan con autenticidad en sus ramas…» (pág. 90, Isabel García Viñao, «El
sinfín de una mente brillante»).
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