«… ¿He de
decir que no sé lo que sé? ¿Qué tiranía es esta que no puedo decir lo que
pienso, poniendo a salvo el credo? Si entre los libros latinos hay alguna
divergencia, primero hay que recurrir en el Viejo Testamento al hebreo y en el
Nuevo Testamento al griego. Después de la Biblia de san Jerónimo, por causa de
la diversidad de códices, estos no han sido revisados ni corregidos como
debieran. Si prescindimos del hebreo y del griego y hacemos desaparecer sus
códices, nos sumergiremos en la oscuridad de las brumas eternas. Yo solo
interpreto lo que ha dicho el autor de la Sagrada Escritura por boca de los
apóstoles…» (pág. 92, María José Hernández López, «Elio Antonio de Nebrija. La
defensa del oficio de gramático»).
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