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viernes, 31 de enero de 2020

ANTOLOGÍA 2019: BITÁCORA





BITÁCORA

Desde la isla de los Faisanes a Portbou, los Pirineos han sido taladrados por el pico del carpintero. Ínsula ya, Iberia desciende al centro del Atlántico arrastrada más allá de las Azores, más allá de Tristán de Acuña, arrebatada por los hielos fueguinos, ascendiendo hacia las Encantadas, dirigiéndose hacia la gigantesca ballena azul que llamamos Pacífico.

En cada avistamiento, en cada desembarco, en cada aguada, pájaros se oyen pasar toda la noche, semillas y viandas y flores subimos por las amuras y, sobre todo, seres humanos, idénticos y distintos a nosotros, exploradores y náufragos, nuestros hermanos en suma.

Circunnavegar nuestra casa, abrazarla como quien se agarra al vientre de su madre para sentir su calor, el pecho que nos amamanta, las palabras que nos consuelan, el amor, ese es el mapa que estamos levantando cuando, tras abandonar las Molucas, rodear el cabo de Buena Esperanza, agonizar, llegamos a Sanlúcar.

Hemos descubierto que hay un solo mundo, una sola casa, una sola familia tras navegar en cien mares y atracar en cien riberas. Y, sí, majestad, en todas partes «hay buenas gentes que viven, laboran, pasan y sueñan, y en un día como tantos, descansan bajo la tierra». Eso, no otra misión, es «facer Españas». Andar en la mar.

Y este hogar al que volvemos, antes nao, antes Victoria, es ahora patera, es ahora Concordia. Y estas flores ultramarinas que traemos de allende los océanos, rendimos a la memoria de tantas mujeres y hombres que murieron sin nombre y sin tierra. En esta isla a la deriva.

Javier Izcue Argandoña
(XIII Antología)





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