CRÓNICA DE UN REGRESO
(SEVILLA, 1522)
Me dona la poesía la licencia
de dejarme llevar
por mis añicos;
he vuelto a esta Sevilla tras
tres años
de mar
describiendo lo esférico del
globo,
lo sólido a mis pies,
la cama finalmente sin vaivén.
Yo, Antonio Pigafetta,
escriba de cien cuadernos
atestados
de orbe inexplorado,
de sur y de estrellas
inauditas,
de motines, carencias y
escorbuto,
he retornado flaco, cetrino,
desdentado,
hastiado de ese sosias de
notario
que embarcó con euforia
y ha regresado laxo y cano;
a mis cuarenta y dos años
me aproximo a un anciano,
superviviente,
apenas veinte
de entre más de doscientos que
zarpamos
con hambre de hemisferio
paralelo
ungidos por el primero de los
Carlos
españoles;
Magallanes también.
Eximido de razias y combates
observaba con ojos de grumete
sucederse horizontes
novedosos,
delfines escoltando los
navíos,
ballenas resoplando en
lontananzas,
peces de branquias voladoras,
aves buceadoras
prestigiando lo vasto de lo
líquido.
He bebido gusanos,
masticado penurias
enmohecidas,
he pagado por ratas desolladas
roladas a manjares en
cubierta;
he enfermado de encías;
he creído morir no pocas
lunas,
desolado de mar.
Me enrolé en el Trinidad
y fui mudando de navío a cada
naufragio,
y de capitán;
lo humano devastando a los
humanos,
el poder señoreando
entre tripulaciones
nostálgicas de España
y sus valles de mayos
florecidos.
Elcano se ha erigido en el más
fuerte,
su nao en la más recia,
el nombre presagiaba su
epopeya:
Victoria,
numantina,
achacosa de tablas en su
atraque
en Sanlúcar, por fin,
con dieciocho únicos testigos
de Molucas, Filipinas,
Patagonias,
Marianas, un Índico voraz
y otros lindes de mapas
inconclusos.
Desembarqué descalzo,
con Sevilla a los pies de mis
promesas,
un cirio en cada mano
y una catedral como destino
para honrar a dos Señoras
protectoras,
sacudido de sal,
desnudo de abordajes.
Juanma Velasco
Centelles
Escritor profesional
castellonense con una dilatada trayectoria en diversos géneros literarios
(XIII Antología)
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