SE QUEDAN
Ahora me marcho. Marcharme es parte de mi trabajo, atravieso los camposantos lo suficientemente despacio para que sus inquilinos puedan verme mientras voy confeccionando una lista electoral con los nombres de todos los que supieron, a su manera, «facer Españas».
Hoy pararé en la lápida de Juan Sebastián Elcano. La reconoceré porque todos los vientos del planeta se suelen citar en ella, pero ninguno sopla. Tengo que preguntarle si es cierto que en algunos naufragios se derrama más melancolía que agua.
También visitaré a Antonio Machado. Dicen que junto a su tumba encontraré el tocón de olmo «partido de rayo» donde solía sentarse. Quiero preguntarle si es posible marcharse de este mundo dejando un número insignificante de víctimas y de ruido.
Después debería de acercarme a ese lugar de Alba, donde el río Tormes se estiraba hasta hacerse una lágrima, para preguntarle a Teresa de Jesús si ya no somos lo que fuimos porque ahora todos tenemos miedo o porque nadie tiene una respuesta, ni siquiera incompleta.
Al final, creo que no despertaré a ninguno de los tres. La muerte, que entiende de estas cosas, acaba de decirme que todo lo vivido se puede resumir en unas pocas palabras: arrugas en el mármol y honor en la madera. Y a pesar de ello es más que suficiente para que volvamos a ser lo que fuimos, una nación sin fisuras. Así que yo regreso al país de las grietas y ellos se quedan en su eternidad, «faciendo Españas».
Elcano esperando a que todos los vientos de este cementerio se pongan de nuevo de acuerdo para llevar la nao a buen puerto. Antonio prestando su voz a esta dehesa y a sus gavilanes en tantos poemas que escarban al hombre y traspasan la tierra. Teresa sujeta a las manos de su enamorado, en su devoción y en su sufrimiento y en ese lugar donde se estiraban el Tormes y Alba.
Rafael Fuentes
MADRID
(XIII Antología)
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