JUEGOS DE POEMAS DEL DUENDE
El
arte es el motor del alma, hace que baile y que tenga un propósito. Nunca
escuchamos los estruendos del alma, pese a que arranca en nuestro pecho el día
uno del calendario, como si desde que nacemos quisiéramos hacer de nuestro
primer llanto una obra maestra.
Los poetas llevan el arte en la sangre; y después de la primera vez en la que cae por las mejillas de estos bienvenidos al mundo, pasa a la lengua tras el primer grito. Entonces nace «el duende». De nuestro primer quejido nos nace el alma.
«Del
duende solo se sabe que quema la sangre como un trópico de vidrios, que agota
[…], que se apoya en el dolor humano que no tiene consuelo…». Dijo un gran
poeta de «relengua» que por su tierra se liberó y fluyeron sus palabras desde
una generación española numerada a Buenos Aires y a La Habana.
Todas
las almas son metáforas inconexas de alegorías que jamás ningún mártir lírico
pensó, confluyen los orígenes de nuestras raíces en la espina dorsal de una
nación multiplicada por una obra extensa en continentes.
Lorca
que para «facer Españas» marcó con un nuevo abecedario la fecha de su primer
llanto, e inicio del poemario, desde Andalucía al último rincón de la tierra de
sus hermanos que le prestaron un oído y compartían sus lenguas, su dolor y su
expresión.
Se
clavó en sus costados un lenguaje universal, el dolor punzante de la muerte y
el ingenio de plasmar lo inmarcesible con la tinta de los ojos. El primer grito
de Lorca simultáneo al de Machado, Martí o Borges. Los que tanto nos hirieron
por el don divino de saborear el duende y escupirlo en nuestras caras
trascendiendo el idioma, ridiculizando las palabras y alzando el alma.
Y hoy
que solo somos risueños monstruos, ¿después de Nietzsche quién tendría el valor
de llamarse poeta? Si el duende murió antes que Dios, y el crimen… será siempre
en Granada.
Natalia Polo Chocano
Dieciocho años
ALBACETE
(XIII Antología)
Los poetas llevan el arte en la sangre; y después de la primera vez en la que cae por las mejillas de estos bienvenidos al mundo, pasa a la lengua tras el primer grito. Entonces nace «el duende». De nuestro primer quejido nos nace el alma.
Dieciocho años
ALBACETE
(XIII Antología)
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