«… Nunca me sentí solo, porque he aprendido algo: donde hay una madre, todos tenemos madre y el mundo está completo. Una nana blanca, negra, mestiza o mulata es siempre la misma nana, capaz de sosegar al hombre, sin idiomas…» (pág. 182, Laly del Blanco Tejerina, «Tendales blancos»).
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