TODOS
Todos. Tú, él y yo. Todos hombres,
hijos de hombres,
hermanos de hombres, padres de hombres.
Todos. Amamos, sufrimos, nos preocupamos,
comprendemos.
Todos. Vivimos, morimos.
Todos. Y en cinco letras prietas,
toda la humanidad sin distingo de edad, mentalidad,
raza, condición.
Todos con cerebro, con corazón.
Todos para pensar, todos para amar.
Todos con pasiones, todos.
Todos. ¿Por qué no estudiar la unidad que formamos
todos?
La conciencia de todos, como unidad,
es algo anormalmente desarrollado.
Excesos por un lado, defectos por otro.
Todos necesitamos desarrollarnos
hasta lograr un todo homogéneo
con unas leyes propias que regulen
su vida dentro de un orden.
Cuando renunciamos a nuestra individualidad y hablamos
de «todos» muchas veces queremos justificar una actuación colectiva injusta.
El todo y la parte.
Si el hombre se acostumbrara a considerarse como parte
de un todo,
sería más fácil realizar la convivencia y la justicia.
Uno frente a todos. Uno, uno.
Siempre uno, término absoluto, definitivo,
frente al de todos.
Y los problemas del mundo partiendo de la irreconciabilidad
de estos dos conceptos.
En definitiva, reducimos todo a uno.
Y este egoísmo es
el que impide llegar a entendernos.
Y en cambio, si estudiamos lo que quieren todos,
lo que necesitan todos, lo que aman todos,
y ponemos algo de nuestra parte,
los problemas serían menos complicados.
(Fernando Orlando, Tomo I,
pág. 129)
No hay comentarios:
Publicar un comentario