MELODÍAS QUE CURAN
era un chiquillo cuando emigró, en la marcha de su familia,
primero su padre y, más tarde, toda la parentela.
Ansiaban mejores tiempos para un porvenir aislado.
me contó que escarbaron raíces en el suelo,
niños de nueve años a trabajar,
ellos cavando, ellas sirviendo,
no eran tiempos fáciles,
no eran tiempos prolíficos.
todos juntos se aglomeraron en una misma morada,
compartiendo su estrecha carencia en un minúsculo espacio,
trabajando por encontrar alivio en una nueva etapa.
cuando la noche más mágica del año recogía sus zapatillas,
y eso era lo que había, a pesar de no haber sido un niño malo.
Emplazaba las chapas de refrescos en las vías de los ferrocarriles,
luego buscaban las láminas redondeadas de acero resultantes
para hacer las ruedas de sus cochecitos construidos de cartón.
Y los únicos muñecos que disponían, los hacían de trapo.
su madre y su padre viudos de una guerra dolorosa,
se unieron desde el desconsuelo, él con una niña y ella con un crío,
y arrejuntados desde su tragedia, trajeron tres chiquillos.
El tercero fue acogido por un cura, que lo ingresó en la banda musical del barrio
y desde muy niño comenzó a tocar.
Ese fue su apoyo, su aliento y su contento.
De por vida lo acompañó entre saxos, teclado y viento travesero
en bandas y orquestas «faciendo Españas» arriba y abajo,
yo nací de él y madre, la música palpitó por él, el calor del vientre de ella.
Cuando hoy lo miro a los ojos, revelo las heridas de un pasado,
que se cicatrizaron al ritmo de las más dulces melodías,
caldeadas en el amor de la vida que ha levantado.
Inma Cifuentes Sempere
Artista escénica
Técnica en estilismo e indumentaria
ALICANTE
(XIII Antología)
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