«… Llevaba viviendo tan aprisa, que cuando ese día le comunicaron la pérdida, quiso ser la mariposa que llevaba en el cuello para salir volando… Todo se había difuminado con aquella llamada desde el otro lado del océano. Ellos se habían quedado cuidándola mientras terminaba aquel máster, después volvería a recogerla, pero el cáncer no respeta ni a los bebés» (pág. 220, Nani Canovaca, «Haciendo un máster»).
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