Si la vida no tuviera alegría, no merecería la pena ser vivida. La alegría de la vida está en los
ojos de los niños, en los corazones generosos y allá
donde hay paz y amor. Las alegrías son gotas de rocío que
caen sobre nosotros cuando despertamos a
la vida. Hay alegrías que nacen todas las
mañanas con el canto de los pájaros y
también con el sordo rumor de los motores. ¡Hay quien no sabe encontrar
alegrías en la vida! Me dan pena los que, el día que
tuvieron uso de razón, pusieron de luto sus
corazones. No puede ser humilde ni bueno, ni
siquiera inteligente, quien niega que la vida tiene
alegrías maravillosas. Alegría del ser rebosante de salud. Alegría vital, contagiosa,
simpática. Alegría que trasluce a flor de piel. Alegría del que sabe hallar el lado
amable de las cosas superando, si existe, la propia
desgracia. Alegrías de las gentes sencillas, hechas de afectos inocentes, puros. Alegrías de los padres, alegrías de
los enamorados… La alegría de un pueblo es el
patrimonio más rico de su filosofía de la vida. «Está triste, le duele el alma» y en
su rostro apenas si se dibuja una sonrisa. El dolor es constante inevitable de
la vida, se entrelaza en la vida con la
alegría. De aquí lo efímero de todo. ¡Cultiva tu alegría! Es uno de los
dones más preciados que puede adornar tu
vida. Basta la alegría de una persona para hacer la felicidad de una
familia, de un grupo, de una comunidad. ¿No es maravilloso el poder expansivo
de la alegría? (Fernando Orlando, 1966, Tomo II)
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