«… Y
si en la penumbra del último invierno dijeras tú que no estuve yo, mentirías;
porque en la última gota de rocío, en la penúltima flor, en la antepenúltima
línea escrita al borde del precipicio, allí contuve y contengo la respiración
para no delatarme. Porque en el camino, al borde de cada segundo, la eternidad
siempre está esperando» (pág. 96, Ángela C. O., «Al borde de cada segundo»).
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