EL GRAN
DEBATE
Llegué
a este mundo de Dios para 1951. Cuatrocientos años después del gran debate que
debió iluminar la humanidad y cuyos resultados dolieron tanto a los perdedores
que se ingeniaron todo ese tiempo para amañarlo, minimizarlo, repudiarlo,
refutarlo.
La
Escuela de Salamanca ya había advertido sobre la inmoralidad de las guerras y Juan
Bautista Alberdi, seguramente enriquecido su espíritu habiendo abrevado en tan
dignas fuentes, nos dejó su enorme El crimen de la guerra,
obra absolutamente necesaria como validación de los antiguos debates que
derivaron en consolidar la grandeza de la hispanidad.
El poder, refugiado arteramente en las
tinieblas, ha mutado sistemáticamente para que los hombres, aquellos del
postulado de De las Casas («Todas las gentes del mundo son hombres») seamos
avasallados y conducidos como ganadería según los intereses de los déspotas de
turno. Las guerras se han sucedido sin pausas. Baste mirar el mundo actual para
ver como la «gran prensa» trata de «señor» al miserable que arrasa ciudades y
vidas sin pedir permiso ni perdón. Igualmente trataron de «señor» desde 1932
hasta 1939 al criminal más horrible que dio la humanidad.
Quienes hemos sufrido el oprobio de la persecución, quienes
hemos sido testigos de los crímenes de las distintas dictaduras, nos
fortalecemos en la construcción opuesta, la del amor, la de la vida, la de la
libertad.
Edgardo Eliseo J.
(XVI Antología)
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