«… El
joven Leandro ha tenido una revelación. Se ve a sí mismo manteniendo el ánimo
de sus hermanos y llevando al reino visigodo de Toledo el culto al Dios
verdadero. Pero él no es el elegido. “Yo soy el que predica en el desierto”,
piensa. Y sabe que el niño que ha de nacer en la diáspora levantina le sucederá
y será recordado por los siglos venideros…» (pág. 36, Jesús Andrés Pico
Rebollo, «Cartagena»).
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