«… Se
preguntó si todo ese conocimiento podría sobrevivir al paso del tiempo, si no
sería necesario recopilar todo aquel saber —el suyo propio y el de sus
coetáneos, pero también el heredado de griegos y romanos— para que sirviese de
guía a futuras generaciones. De nuevo, la realidad del momento le sacó de sus
ensoñaciones. Sin embargo, aunque se prometió retomar esa cuestión más
adelante, se le ocurrió que Etymologiae podía ser un buen título para
semejante obra…» (pág. 54, Alejandro Hernández López, «El nuevo obispo»).
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