«… Yo, Isidoro de
Sevilla, valedor de nuestro territorio, docto conversor, erudito compilador de
tratados litúrgicos, históricos y artísticos, infatigable bienhechor por la
unidad lingüística de nuestra Hispania, siento doblegarme ante el efebo vástago
de mi hermana Teodosia. Recaredo, nombre del niño, fue imposición mía, y ya
detonaba desde su nacimiento orondos atributos de los que hoy hace gala…» (pág.
58, René Pérez Pérez, «El niño, el rey y la encrucijada»).
No hay comentarios:
Publicar un comentario