EL TERCER DESEO
El tren barato a Madrid salía a las diez de la noche. Con
poco
dinero y una jornada para gastar en Barcelona, me lanzo a
la calle
porque hay un secreto mayor en este viaje. “¿Dónde?”, le
había
preguntado a la chica en la librería de la estación. “Tienes
que ir
hasta la universidad. Busca detrás de la universidad”, me
dice ella.
“El autobús 50”. Una mulata en la parada, a mi lado. “Hola,
¿aquí
puedo tomar el autobús a la universidad?”. “Sí”. “¿No
eres española,
verdad?”. “Soy dominicana”. “Ah, yo soy cubano”. “¿A
dónde vas?”.
“A Madrid, vengo de Holanda, sin papeles”.
La chica me pica el billete, no me deja pagar. Me invita
a una
merienda y no acepto. Quiere darme dinero, pero le digo
que no.
Me bajo cerca de la universidad. Busco como un loco pero
no
encuentro. Camino las Ramblas, casi entro en la iglesia
de Santa
María del Pi. Entro en callejuelas llenas de mosaicos con
letreros en
dos idiomas y por fin encuentro. Es una librería de
segunda mano,
bien cargada. Por fin. El dependiente es amable pero mira
con
recelo. Yo acaricio los libros. Es un deseo inconfesable
que tal vez él
pueda entender, pero no le explico. No me importa mucho
tampoco
el título o el autor. Son esas combinaciones de palabras
en español
que llevo un año extrañando. Es la avaricia, el deseo de
poseerlos
todos. Montones de libros viejos en castellano. Claro que
no compro
nada. Casi una selección de cartas de Kafka, pero no
puedo. Me
voy. Luego Gaudí: la Casa Batlló. La espío un poco pero
no trato
de entenderla. Frente a ella bajo al metro. Regreso a la
estación
de Sants. Son apenas unas horas y Atocha estará a la
vista. En este
último viaje por fin iré de frente.
Alejandro Cernuda
(VIII Antología pág. 83)
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