DE LOS NOMBRES NO OLVIDADOS Y LAS VIDAS TRISTES…
El abuelo de mi mujer, ¡gallego!, murió en el puerto de
Buenos Aires. Un enorme fardo se desprendió de una grúa y lo aplastó. Nunca le
conocimos, aunque su nombre tampoco fue olvidado, y así, con la precisión
sobria de los pasos del tango, y a ritmo de bandoneón, aparecen ante mí otros
nombres, aprendidos y aprehendidos, otros nombres que alguna vez pronunció la
patria en silencio… Prisciliano y la apostasía, siempre ha sido revolucionaria
la pobreza; y el infame y vengativo conde don Julián, traedor de moros hasta el
taller alfonsí; los siete infantes de Lara, donde nadie conservaba la cabeza;
¡ay, Celestina, cómo vuelan al suicidio las juveniles pasiones!, y deja el vino
quieto, Lázaro, que soy ciego, pero no tonto; pasean el rucio y Rocinante entre
las estrechas paredes de Argamasilla de Alba, no miren llorar a Cervantes por
el triunfo de Lope y algunas habladurías sobre doña Catalina de Salazar… Oiga,
don Francisco, ¿le traigo cemento y una cuadrilla para restaurar los muros de
la patria mía, suya y de todos? Seguro que paga la rabia el oscuro Góngora al
amparo de san Rafael. No me diga que usted también firmó contra la concesión
del Nobel a don Benito el Garbancero… Caín vive en Soria, a los pies de la
Laguna Negra, y las estrellas se reflejan en la superficie pura del lago de
Sanabria llamando las campanas a un tal san Manuel… ¡Déjame llenarte los
agujeros de las balas, oh Federico, con este ungüento de nardo!... Y la noche cae,
silenciosa, desde las aladas almas de las rosas, a la casa humilde de Orihuela
en busca de Ramón Sijé… Tal vez se encontró con la navaja asesina de Pascual
Duarte, o con el facón de Martín Fierro, o con un fardo volandero en el puerto
de Buenos Aires…, o lo mató, como a mi alma, un poema de José Hierro.
Fernando Escudero
Oliver
Nacido en MADRID en
1959
Licenciado en
Filología Hispánica
Profesor de Lengua
y Literatura española
(IX Antología)
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