MIRADAS
Un idioma no son solo palabras. Son miradas, madrugadas
donde duele menos el paso del tiempo. Son caricias en la espalda. Son acentos.
Lo he aprendido en cada uno de mis viajes.
He visto cómo el cielo de La Habana derramaba su azul
sobre los ojos de una mujer que jamás sabrá mi nombre. Ni yo el suyo. Pero
también sé que cuando se cruzaron nuestras pupilas, se paró el mundo.
He aprendido que hay cosas que llevan tiempo, y otras que
el tiempo se lleva. Como aquella flaca de Montevideo que después de tanto
empeño se desvaneció como el humo. O la mestiza de Acapulco que era como el
sol; cuando la miraba me quedaba ciego. Nunca navegué en un barco tan bello,
lástima que no llegáramos a buen puerto.
Eternos ojalás, tesoros encontrados en el fondo de un bar
o que el azar puso en mi camino. Y aunque no creo en el destino, confío que el
viento me otorgue un par de alas para no dejar de viajar.
Tampoco quiero olvidar los ojos más aceituna que
iluminaron Santiago de Chile. Al observarlos en silencio descubrí que la luna
no está tan alta como dicen. Ni a aquella morena de sonrisa contagiosa, tan
vasca y tan española. Sentados en el tejado del reloj de la Puerta del Sol no
veíamos pasar las horas. Hacíamos nuestra la eternidad de cada instante,
cambiando nuestros iris por el brillo de un diamante.
Recuerdo a cada una de ellas con nostalgia y con cariño.
Amores que no fueron, pero que siguen vivos.
Por eso amiga o amigo que lees esta sarta, te aseguro que
un idioma no son solo palabras.
Dijo Winston Churchill que ingleses y americanos estaban
separados por su lenguaje.
Que tomen como ejemplo a España y Latinoamérica.
Que aprendan a entenderse con una mirada.
Daniel
Somolinos Pérez
Licenciado en Comunicación Audiovisual
Periodista de El Mundo
(XI Antología)
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