LA FALTRIQUERA QUE MORDIÓ LA SERPIENTE
Cierro los ojos y veo a Ginés dormido en pleno bosque.
Tras huracanes, caimanes, hambre, flechas, es el único superviviente de cuantos
partieron de Sevilla en el San Brandán en mayo de 1515 con licencia de la reina
para poblar. En el puerto, el mercedario que lo había redimido del mercado de
esclavos de Argel le entregó una faltriquera con un tesoro y se la bendijo
diciéndole: «Cásate con una india buena y guapa. Sé bueno con ella; id juntos
al cielo. Allí os espero». Ahora Ginés despierta en la noche, entre lágrimas,
solo. «Me ha salvado la faltriquera bendecida», piensa, sin sospechar que una
serpiente cascabel, buscando un ratón, la acaba de mordisquear por una punta.
Y, a lo largo de leguas y leguas, mientras Ginés, guiado por la Cruz del Sur,
avanza bosque adentro hacia donde el mapa del difunto capitán tenía puesta otra
cruz, la faltriquera va soltando su precioso contenido, luna tras luna, tan
poquito a poco, que el portador no advierte la pérdida de peso. Y, llegado a su
destino, cae agotado, sin saber qué hacer ni qué poblar si está solo. Entonces,
lo despierta una india, Cáliz de Lluvia se llama, que lo lleva al jefe del
poblado. Cuando Ginés va a regalarles solemne la faltriquera, la encuentra
vacía. Ignora que durante el trayecto ella ha ido soltando las semillas que los
ángeles que lo acompañan consideraban más apropiadas para el terreno: naranjas
de Valencia, olivos de Jaén, castañas, vides, cedros del Líbano, pinos de Roma,
trigo, arroz, canela, lentejas, mostaza. España entera, Europa, China, la
India, el Viejo Mundo han ido floreciendo a su paso y marcando el sendero que
los hijos que él tendrá con Cáliz de Lluvia abrirán desde el Nuevo al Viejo
cargados de semillas de tomate, tabaco, pimiento, patata, maíz, aguacate,
cacahuete, piña, chirimoya, cacao…
Jesús Cotta Lobato
Poeta y novelista
(XI Antología)
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