CALLEJEANDO POR LISBOA
Callejeando
sin rumbo ni prisas, sin otro objetivo que sentir el flujo del tiempo y
llenarlo con las imágenes y sonidos que me salen al encuentro por sorpresa,
sintiendo mis pasos sobre la irregular alfombra de adoquines, dejándome
deslumbrar por la belleza sencilla pero contundente de un rincón lleno de
macetas, por la blancura encalada de una torre entrevista entre dos esquinas de
una vieja y estrecha calle con aroma de pueblo pequeño y de historia grande.
Allí me topo con la sensualidad regalada de unos querubines azules que llevan
siglos mirando a los transeúntes que pasan ante la fachada en la que habitan y
una pequeña fuente que en otros tiempos fue testigo del trabajo y la charla de
mujeres curtidas y hoy es foco de miradas ociosas como la mía.
Sigo mis
pasos por la vieja Lisboa mientras miro alrededor con detenimiento, aguzando
los sentidos para no perderme nada, escudriñando las irregularidades de las
casas y el serpenteante pavimento de las calles torcidas. Ando con el mismo
cuidado y atención que pondría en explorar mi propia conciencia, interrogando a
las cosas con la certeza de que esconden saberes que solo un empeño obstinado
puede descubrir, observando todo con el ensimismamiento con el que a veces se
hurga en la memoria buscando explicaciones de urgencia azuzados por la
ansiedad, la tristeza o la nostalgia. Camino como si buscara verdades no
reveladas cuya existencia intuyo, realidades desconocidas en las que creo más
allá de toda evidencia. Siempre andamos buscando respuestas de las que creemos
que depende el sentido del mundo o, al menos, de nuestra vida, respuestas que
la torpeza y la obcecación de las emociones a veces nos impiden percibir,
verdades que cuando afloran nos asombran por su sencilla inmediatez.
Amalia
Martínez Muñoz
Profesora
titular de Historia del Arte en la Universidad Politécnica de Valencia
(XI Antología)
No hay comentarios:
Publicar un comentario