miércoles, 7 de noviembre de 2018

ANTOLOGÍA 2018: UN TROCITO DE ESPAÑA





UN TROCITO DE ESPAÑA

La abuela tenía rostro de primavera, en él la risa florecía sin descanso. Dejó su Sevilla natal cuando el hambre, la soledad y el amor la condujeron hasta Buenos Aires. En los primeros meses no paró de llorar, sintiendo el alma corcoveando, tan íntimamente ligada a los difuntos de España, que temió que una ráfaga de viento la sacara por la boca.

Un día, tiró por la ventana las lágrimas, presta a rescatar ese trocito de España, tan querido, que se escondía en el recuerdo. Lo desplegó con mimo y decidió compartirlo con la vecindad, con la que se codeaba a ritmo de tangos. Recuperó las ganas de soñar mientras entretejía coplas y bulerías que ataba a su balcón, junto a los geranios y gardenias. La alegría recobrada se nubló al rato: el primogénito fue carne de camposanto. Esta puñalada no la desgajó, sino que le proporcionó el equilibrio perdido al abandonar la patria: esta vez sintió el alma bien amarrada por los vientos invisibles, tanto de los muertos de un lado del océano como de los del otro. Poco después nació Rocío, mi madre, y cuentan que su presencia iluminó la casa igual que el sol un patio de Triana.

Punteando sevillanas enseñó a preparar gazpacho a medio barrio, a bordar mantelerías al otro medio y a reírse de las penas a todos los demás, mientras taconeaba dichosa. En Semana Santa cantaba saetas desde la balconada al Cristo de los Gitanos y a la dulcísima Macarena, provocando llantos y suspiros de los residentes que no conocían tan devotos pasos.
Me legó el gusto por la vida, la receta de la pringá y el amor por su tierra natal, de la que disfruté ya en Buenos Aires, pues la abuela creaba España con cada suspiro.
Acabo de pisar suelo español y ya siento la fuerza irresistible de la tierra, madre, que tira de mis huesos. Me reconoce porque huelo a ella.

M.ª Teresa Echeverría Sánchez
Escritora
MADRID
(XII Antología)


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