ANTE EL PILAR
—Ha días que cabalgamos, atrás
Madrid, sin que se divise El Toboso, señor.
—¡Ah, rufián! Tu Aldonza que
aguarde, pues ardua es la misión que nos reclama.
—Ya que me llama rufián, ¡me
suena ese nombre…!
—Y tanto que te sonará, al tiempo
de otros muchos que mi mente guarda, y que motivan la tarea que nos lleva a la
fermosa región catalana: ¡hay entuertos por desfacer!
—¿Región catalana? Pues el tal
Rufián que cito, dice ser de otro país. Entonces… ¿qué face su trasero posado
en un escaño donde hay que pensar solo en deste?
—¡Bien tu juicio, Sancho! Pero su
tierra, ¡Cataluña!, es una región más desta España, igual que Castilla,
Andalucía o Aragón, que ya pisamos.
Sancho soltó un exabrupto al
conocer lo lejos que estaba de la Mancha.
—¡Hala! Espolea porque aquello
que allí se parece es la basílica del Pilar, Nuestra Señora —dijo quitándose el
baciyelmo con reverencial respeto.
Llegados a la plaza y sin
argollas en la pared, apearon en una reja a las caballerías.
—Oremos, Sancho, y sea en manos
de la Virgen el éxito de mi invicta lanza.
—¡Cómo! ¿Otra lid? Pero vea vuesa
merced no sean molinos…
—¡Sí, escudero! Fue épica la gesta
que el rey desta Aragón, a la par que de Cataluña, concluyó en Santa Fe, la
que, ocho siglos antes, el no menos bizarro rey Pelayo inició en Covadonga: ¡la
unidad de esta irrompible patria, que es España!
»¿Y ves esta imagen? Pues es nada
más y nada menos que la patrona de la hispanidad, sí Sancho: ¡todo ese conjunto
de países que hablan la lengua de Berceo y tienen vínculos en común con el
nuestro, al que llaman “la madre patria”. ¿Qué te parece?
—¡Fermosa, mi amo! Lo que no
entra en mi corta sesera es por qué esos insurrectos, que me dice, quieren
defenestrar esta ingente obra, de siglos llena, y que por su defensa un brazo
pagó el padre de «su hidalga figura».
Antonio Cristóbal López Becerra
Maestro industrial
Graduado social
(XII Antología)
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