MARÍA PITA
Sus pabellones ondean al viento.
Las naves inglesas disparan con bolas de muerte, y la ciudad se llena de
cadáveres. Desde las murallas se responde al fuego. Hay humo y llamas, y se ve
al enemigo que desembarca.
«¡Gregorio, amado, háblame!».
Yace a mis pies, agonizante. Me arrodillo junto a él, y acaricio su rostro
ensangrentado y su negro cabello ensortijado. Gregorio me mira, sonríe, y muere
con el dolor reflejado en su rostro. ¡El viento trae olores a muerte y los
gritos invasores!
La guerra es así. Ayer fue
nuestro rey, Felipe, quien mandó grandes flotas a castigar al hereje, y hoy la
venganza tiene nombre de dragón. Un reptil que lanza fuego por mil bocas, agita
sus colas de lona, y tiene sobre sus crestas una cruz roja sobre fondo blanco.
Pero no me arredró, querido. Ni
como mujer ni como coruñesa. Tomo la espada que aún empuñas con tu mano
desfallecida, te beso en tus labios muertos y me allego hasta la derruida muralla
por la que penetran los soldados enemigos. Me yergo, serena y firme a pesar de
la desgracia. No entrarán en la ciudad ni Drake ni sus hombres.
«¡Quien tenga honra, que me
siga!», grito entre el fuego y la sangre, y atravieso con mi espada al rufián
que enarbola el ajeno estandarte. Por mi propia estima, por mi esposo, por A
Coruña.
Francisco José Segovia Ramos
Nacido en GRANADA en 1962
Licenciado en Derecho por la Universidad de Granada
(XII Antología)
No hay comentarios:
Publicar un comentario