lunes, 10 de junio de 2019

ANTOLOGÍA 2018: PAPA FRITA





PAPA FRITA

Arrebatada de las entrañas de la Pachamama, con el nevado de Pariacaca como testigo, fue conducida por angosturas e infiernos verduzcos hasta un puerto tropical donde se arremolinaban toda suerte de buscavidas.

Subida a una nao, a salvo del salitre, la ira de la mar y los pérfidos corsarios arribó al vibrante Puerto de Indias gracias a marinos capaces de sortear toda clase de escollos con gran maestría. Hacinada en un saco de esparto, la llevaron en volandas hasta una tabernita regentada por una sevillana de pupilas morenas, que la desnudó con delicadeza, la despiezó y la arrojó a una olla de aceite que hervía con fiereza. Pero lejos de convertirse en una escena bosquiana, el óleo santo la abrazó con tal fervor que lloró de alegría.

Y tras finalizar el rito, la ataviaron con una túnica áurea y una mantilla de sal, muy similar a la vestimenta de la sacerdotisa fenicia que plantó el primer olivo en la «tierra de conejos». 

Escurrida de los últimos ósculos oleaginosos, el milagro se obró y la civilización descubrió el mayor de los tesoros, aquel que unía al inca con el egipcio y reflotaba la gastronomía de «más allá de las columnas de Hércules»: las patatas fritas, engendradas desde el cariño y la humildad. Y la rica fritura deseó no ser usurpada por culturas amantes de la grasa animal y las viandas fugaces, pues si existía un símbolo que representaba a «facer Españas», sin duda era la papa del inca frita con aceite de oliva fenicio, griego, romano, árabe y cristiano.

David Sendra de Bona
Técnico forestal y pastor titulado
VALENCIA
Escribe por y para la naturaleza
Guerrero de Gaia
Amante de los vencejos
Buscador de árboles centenarios en sus ratos libres
Devoto de Penyagolosa
(XII Antología)

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