miércoles, 19 de junio de 2019

ANTOLOGÍA 2018: SÚPLICAS





SÚPLICAS

«¿Sabéis a qué he venido a estas tierras lejanas? Pues os digo, he venido a fraccionar tierras, he venido a domeñar a los incautos, he venido a impartir justicia. He aceptado con sumisión las tareas encomendadas por el gobernador Hernández y los que le han sucedido, pero mis reclamos resultaron postergados.

Pues os digo: ¡las cosas no han resultado como lo había pensado! Por la Corona he renunciado a mi familia, he renunciado a mis verdaderos hijos y he procreado otros. Ya no temo deciros. He procreado hijos mestizos, hijos no deseados como se los llama. Tantos años han pasado, ¡tantos!, que ya no sé cuál es mi tierra. Tantos, que me cuesta recordar el rostro de Alejandro, mi primogénito.

Pues os digo, desde mi llegada se han sucedido seis gobernadores aquí en Concepción del Uruguay. Mientras tanto he perdido mis años de juventud y con ella, la esperanza de mi regreso. También he dejado de recibir correspondencia, ¿acaso me habéis olvidado?

¡Veinticinco años han pasado! Veinticinco años, y no hay un día que no recuerde a Sofía, mi amada esposa, y a mis cuatro retoños. No hay día que no recuerde la basílica de Nuestra Señora del Pilar. No hay un día que no piense en mi liberación.

Os ruego por mi retirada, este funcionario ha cumplido su misión. Pues os digo, veo mi rostro curtido, mis manos toscas y temblorosas, mi cabellera gris, mi alma agrietada.
¡Os ruego! Elevad esta petición a la Corona, os ruego sea justicia para este viejo abatido».

Así se dirigió el Dr. Diego de la Cruz a los secretarios del virrey, y mientras secaba sus lágrimas con el pañuelo bordado por Sofía, entendió que aquella era su última apuesta.

Lic. Delfina Trincavelli
BUENOS AIRES (Argentina)
(XII Antología)



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