EL GALLEGO
Corrían los años cincuenta cuando José decidió dejar su Rioja natal y
cruzando el Atlántico iniciar una nueva vida en Perú. Encontró trabajo, formó
una familia y vivió felizmente integrado en su nueva patria. El Gallego, le
llamaban. No lo era, pero tampoco le importaba.
Su hijo mayor, heredó el apelativo. Él también fue el Gallego. En su
corazón ni Galicia ni España evocaban sentimientos. Pero, sin embargo a los
ojos del hijo de este, ese apodo distintivo de su familia, y que vivía como
algo diferente y exótico, y que él también algún día heredaría con orgullo, le
llevó a desandar el viaje de su abuelo para comenzar una vida en la tierra de
sus raíces.
Encontró trabajo, formó una familia y vivió felizmente integrado en su
nueva patria. Y el apodo que con tanto orgullo diferenciaba a su linaje
desapareció. El Gallego quedó en Perú y el Panchito le acompañó en España.
Maite de Diego Echeverria
DONOSTIA (Guipúzcoa)
(XII Antología)
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