«Siempre me gustó mucho
ese verbo que a menudo he escuchado a otros conjugar de un modo despectivo… “españolear”…
Ya sé que la costumbre se hace ley y el lenguaje no es ajeno… a ciertos
poderes, siempre les viene bien que andemos a regañadientes, cuando no a palos,
los unos con los otros» (pág. 172, Enrique Carriedo).
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