«Descalzo, con la ropa
lleva de jirones y sus nueve años, a aquel niño lo sacaron, a la fuerza, de la
fila en la que le iban a echar un escaso plato de sopa aguada… Sé que mi padre
tenía arrinconado en su alma, desde hacía años, aquel día… Él sí que supo “facer
Españas” con el perdón…» (pág. 184, Tana Espín Valera ).
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