CINCO PUENTES
Está impregnada mi mirada del azul atlántico
del océano, los patios cordobeses y los balcones coloniales, la pampa argentina
y la meseta castellana, el alegre maquilishuat salvadoreño, la increíble ceiba
guatemalteca de frondoso follaje y la encina extremeña tan fuerte y enraizada,
tan fiel ella.
Sabe mi boca a vino de La Rioja, alfajores
chilenos y tequila de Guanajuato. A palabras guaranís, nahuas, quechuas,
arahuacas y taínas…
Llevo en mis pisadas el polvo de Yucatán, la
sal de Atacama, la arena de Maracaibo y la lava de la montaña de Tindaya. En
mis manos acaricio las espigas de cebada de tantos campos de secano y la lana
de oveja merina.
Resuenan en mis oídos las castañuelas y palmas
de Sevilla, la tamborrada de San Sebastián, la guitarra criolla, la zampoña y
el charango, el pasodoble en Madrid y la marinera en Lima.
Huele mi pelo a olivos de Jaén, a naranjos de
Levante y guayabas colombianas, a las procesiones de Valladolid y al incienso
de los pasos de Gregorio Fernández.
Porque la patria es nuestra historia, nuestra
lengua, nuestras costumbres y tradiciones, nuestras creencias y esperanzas,
nuestras tristezas y alegrías compartidas, nuestros antepasados y nuestra
descendencia… los colores, sabores, sonidos, olores y contactos.
Y estando allí, me siento aquí; y estando aquí,
me siento también allí.
Beatriz Gómez-Pablos
Profesora de Lengua y Lingüística Españolas en el Departamento de Lenguas
Románicas de la Universidad Comenius de Bratislava
(XIII Antología)
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