LOS AUSENTES
Hay quien dice que el futuro proyecta su sombra
sobre el pasado, lo que significa que es posible que mis recuerdos sean apenas
restos de un conocimiento inmediato e inaprensible. Echo de menos España.
Últimamente me ha dado por remover gavetas, marcar noviembres dulces o
arrancarlos del calendario. Rescatar del polvo papeles inútiles que durante
tiempo han dormido en los cajones para, meticulosamente, darles un orden
cronológico a fin de que sirvan de sostén a una historia casi real, o al menos verosímil.
Veo las noticias y aunque la España de hoy es otra España, sin embargo, la
auténtica, con sus valores y sus defectos, es la España de siempre.
Desde que llegué a México pienso en mi país.
Sueño siempre con el día de mi partida, con los ojos cuajados de azul mientras
recorro las ruinas mayas de Chichén Itzá, cantando un himno español sin saberme
la letra, sonriendo mientras el dios Chaac nos moja en la selva.
Hay días en los que me levanto de la cama sin
fuerzas. Salgo a la calle y acomodo la espalda sobre el quicio de la puerta,
imaginando que bebo zumo de naranja, vestido de negro silencio entre las casas
encaladas de la ciudad, todas de blanco almidonado. Espero y espero. Viajo
entre nubes recolectando tamarindos y maracuyás, lirios y fresas, y los planto
en España, en la Granada que me vio nacer, y me acuerdo de Boabdil mientras
contemplo cómo crece el musgo en los resquicios de paredes muertas de la
Alhambra.
Camino todos los días hasta la amada biblioteca
para encontrarme con las palabras, las de todos esos escritores que usaron el
español. Llegará un momento en que ya no sabré quién soy ni qué conté. En un
respiro de tinieblas olvidaré que mi único tesoro lo guardan los recuerdos de
la patria que me vio nacer.
Luis Miguel Carreras Jiménez
Licenciado en Ciencias de la Información y en Derecho
(XIII Antología)
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