EL
ATARDECER TRAE FANTASMAS…
Camino
por las calles adoquinadas de Toledo y cada paso parece remontarme a un tiempo
lejano poblado de antiguos personajes, pero este recorrido es algo extraño y
surgen a cada paso sombras que reviven e interactúan como cuando la sangre
recorría su cuerpo, como cuando eran vitales.
Imagino que vuelven a los sitios donde sintieron intensamente, donde amaron, sufrieron y recorren cada uno de los detalles de aquella realidad que alguna vez fue.
Buscan en cada rincón, hurguetean las más íntimas ausencias tratando de descubrir vaya a saber qué cosa de los tiempos en que todavía eran tangibles, queriendo encontrar una explicación, por más absurda que sea, del sentido y el porqué de su pasaje por el mundo.
Es una búsqueda falsa e infructuosa, porque solo encuentran ausencia de todo aquello que los hizo sentir y comprender que están presentes en una fantasía, ficticia e intangible, como ellos mismos.
Nada es alegre, todo es melancólico, doloroso, triste.
No hay ruidos ni estridencias… todo es monocorde, insensible y parece reflejarse en el espejo turbio de un pasado esplendoroso.
Abundan las imágenes vagas que con cada aparición van cambiando de la mano del abandono que el tiempo inexorable provoca en los recuerdos que se vuelven confusos cuando el atardecer les permite regresar.
Así van mutando, cambiando, modificándose y perdiendo su esencia más íntima como una flor que se va deshojando con el correr de los días, de los meses, de los años y el desgaste de la propia existencia que continúa inexorablemente hasta que llegue el momento en que no quedará nada de ellas y ya ni el atardecer podrá recuperarlos, ni siquiera el recuerdo, ya que todo será olvido. Sombras, solo son sombras.
¿Cómo sé todo esto? Porque soy, simplemente, una más de ellas.
Rodolfo Óscar Negri
Nacido en LA PLATA, BUENOS AIRES (Argentina) el 8 de octubre de 1951, reside en Concepción del Uruguay (Argentina) desde 1974
(XIII Antología)
Imagino que vuelven a los sitios donde sintieron intensamente, donde amaron, sufrieron y recorren cada uno de los detalles de aquella realidad que alguna vez fue.
Buscan en cada rincón, hurguetean las más íntimas ausencias tratando de descubrir vaya a saber qué cosa de los tiempos en que todavía eran tangibles, queriendo encontrar una explicación, por más absurda que sea, del sentido y el porqué de su pasaje por el mundo.
Es una búsqueda falsa e infructuosa, porque solo encuentran ausencia de todo aquello que los hizo sentir y comprender que están presentes en una fantasía, ficticia e intangible, como ellos mismos.
Nada es alegre, todo es melancólico, doloroso, triste.
No hay ruidos ni estridencias… todo es monocorde, insensible y parece reflejarse en el espejo turbio de un pasado esplendoroso.
Abundan las imágenes vagas que con cada aparición van cambiando de la mano del abandono que el tiempo inexorable provoca en los recuerdos que se vuelven confusos cuando el atardecer les permite regresar.
Así van mutando, cambiando, modificándose y perdiendo su esencia más íntima como una flor que se va deshojando con el correr de los días, de los meses, de los años y el desgaste de la propia existencia que continúa inexorablemente hasta que llegue el momento en que no quedará nada de ellas y ya ni el atardecer podrá recuperarlos, ni siquiera el recuerdo, ya que todo será olvido. Sombras, solo son sombras.
¿Cómo sé todo esto? Porque soy, simplemente, una más de ellas.
Nacido en LA PLATA, BUENOS AIRES (Argentina) el 8 de octubre de 1951, reside en Concepción del Uruguay (Argentina) desde 1974
(XIII Antología)
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