miércoles, 4 de noviembre de 2020

ANTOLOGÍA 2019: ODIAQUERIDO

 



ODIAQUERIDO

 Aquí estás, tú fuiste, tú eres.
Es el altar de la iglesia Jesús Nazareno e Inmaculada Concepción donde finalizan dos odiseas, una casi quintacentenaria.
Quería verte, ver tus huesos o ver tan solo el lugar donde están tus huesos; para platicar, hablar, tal vez hasta reflexionar contigo.
¡Qué viaje! ¡Qué viajes!
Dijiste, primero conocido, aunque con seguridad no primer escrito: que te enterraran en lugar sagrado, cerca, adonde entregaras tu alma al Creador. Quien tanta tierra diera al «facer España» carecía de doblones para un pedazo donde terminar.
Duque de Medina Sidonia te dejó dormir en su lugar los años que fueran necesarios.
Y un día el lugar fue necesario para el señor mismo.
Entonces echaron tus huesos a la intemperie.
Tus dos Martines cruzaron mar Atlántico solos, y en viceversa, sobre el mismo mar, con tus huesos camino a Coyoacán donde estaría el convento franciscano que, como financiaste, suponías en segundo dicho y escrito conocido, en el lugar donde viviste con Marina, donde entró para no despertar la prima de Velázquez. Pero el viaje no encontró final donde esperaba; un ayuntamiento torció el destino de tus doblones para distinta obra, quién sabe cuál. Tuviste que arrimarte, más bien introducirte, con todo y huesos al vecino Texcoco, donde habitaban los de hija y madre.
Un tercer dicho en descubrir y, seguramente, primero en escribir, desveló el deseo manifiesto de reposar en tu hospital de Jesús; allá, con pompa y fiesta dieciochesca fuiste colocado, hasta que los nacientes mexicanos recién salidos de republicano parto, esos te persiguieron para incinerarte y lanzar tus cenizas al infierno en la esterilización independiente. Lucas, el de Alamán, mintió como lucas para guardarte en oscuro rincón y en lengua, solo en lengua, te envió en vuelta europea a vistas de santo padre sobre tus restos con tres centurias de antigüedad. Fue, hasta que llegaron los republicanos salvados mexicanamente de la muerte franca por deseo Franco, cuando te redescubrieron y, por fin, te hicieron honores colocándote a la diestra de la Inmaculada viendo desde el altar, a la siniestra con la mirada sobre el sitio de honor del Nazareno y la santa dama que inmaculadamente concibió.
Diestra y siniestra, no importa, esa es pura geometría; aquí estás. Ahora sí podemos hablar de tu parir Nueva España. Platicaremos, platicaremos; apenas van cinco siglos de aquellos faceres y desfaceres, odiaquerido Hernando de nuestros Nazareno Inmaculada.

 
Felipe de J. Galván Rodríguez
Químico bacteriólogo y parasitólogo por el Instituto Politécnico Nacional
Dramaturgo, narrador e investigador teatral
Nacido en MÉXICO en 1949
(XIII Antología)
 
 

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