viernes, 27 de noviembre de 2020

ANTOLOGÍA 2019: PIBITA

 



PIBITA
 
«¡Vamos, hija, no llores, estaremos mejor!», decía mi madre con un tono apesadumbrado. Yo no entendía por qué sonreía si estaba a punto de llorar.
 
En el puerto había tanta gente amontonada y empujándose, que me gustaba pensar que eran como las gallinas de mi hogar que se corrían como locas hacia la cubeta llena de maíz. Un fuerte olor a vapor llenaba el ambiente.
 
El barco era gigante, nada parecido a los de papel amarillento que solía tirar por el río cuando era más pequeña.
 
«Cuando lleguemos del otro lado, vamos a comer hasta el hartazgo todos los días, hija, vas a ir a la escuela y ya verás que encontrarás muchos amigos más». Las palabras de mi padre, en un intento de tranquilizarme, no hacían más que preocuparme. ¿Qué había del otro lado? Lo único que veía hacía días era el sol salir y ponerse en el mar, a donde mirara había mar, todo estaba mojado, apretado y hediento.
 
Los días pasaban lento y hasta los altos mástiles de las velas que en un primer momento me encantaron ya habían perdido su forma de torres de castillo y me resultaban aburridos.
 
La luna nos persiguió todo el camino, nunca se quedó atrás, ¿acaso no se cansaba?, ¿o ella también quería conocer conmigo adónde íbamos?
 
Hasta que un día, con la salida del sol, se encendieron las almas de todos, el barco se llenó de alegría, de voces y de movimiento. Habíamos llegado.
 
«Y vos, pibita, ¿cómo te llamás?», me dijo un trabajador del puerto. ¿Vos? ¿Pibita? ¿Qué era eso? ¿Cómo era eso? ¿Este era mi nuevo hogar? Apreté fuerte mi muñeca y le dije al oído: «No te preocupes, como dice nuestra abuela… “A todo se acostumbra uno, menos a no comer”».
 
       
Martina Bertolotto
Nacida en CÓRDOBA (Argentina) el 4 de diciembre de 1997
(XIII Antología)
 
 


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