
EL
OSO
Al
Alfonso le llaman todos el Oso porque un día, cagüen
diez, se hartó de darle vueltas a la parva, de ventear la cosecha, de aupar
costales al hombro para anegar la muela de trigo en el molino; se hartó de
vivir despacio y quiso ser boxeador. Y, ya veis, tres años dando guantazos le
hicieron ganarse el mote, una nariz retorcida y esas manos inflamadas de un
aire guerrero. Tres años, pa na. Ni siquiera para pagar el primer plazo
de la cosechadora con la que se echó a segar para ganarle los garbanzos a la vida.
Como si toda la vida no fuera más que un puchero.
¡Y
que un cuerpo como el suyo lo dedique él a la tierra…! Él, que zurró la badana
a un púgil de Villalpando que se las daba de bravo. Puñetera fama.
El
Oso es un bicho raro. Con todo ese cuerpo rudo, campesino, a guisa de Sancho
Panza, arquetipo de español paleto y zafio. Pero español. Ahí es na.
Este Oso español y cervantino. Este Oso que se sube de mañana a la cosechadora
cuando el rocío ha perdido ya por KO su pelea con el sol. Este Oso segador, herbívoro,
jornalero. Este Oso por hectáreas, a destajo, por fanegas.
A
este Oso y a tantos osos agosteros, con las nalgas de mandriles, no de osos,
peladas en un sillín de Andalucía a Castilla. A tanto plantígrado dócil,
quejica y aventurero, que dejan al estío sordo de coplas flamencas crudas.
Tanto oso mesetario y bellotero necesita que al cocido le echen la carne que le
adeudan, por la que luchan regateando un duro.
El
Oso se pasó la vida haciéndole trasquilones a esta España irregular, cortándole
la melena a esta península vieja, desde Despeñaperros al Escudo, de Sevilla
Santander, de punta a punta. Toda la vida cociéndose al fuego lento de este sol
macho que le ha ablandado la sesera. Toda la vida, un puchero. Alfonso, el Oso,
un garbanzo peregrino, nómada, negro. Sin el bastante tocino.
Maite Castaño Palacios
Licenciada en Derecho
Estudios completos de Francés
en la Escuela Oficial de Idiomas
VALLADOLID
(XIII Antología)
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