«… Yo conozco a algunas de estas mujeres que, aun estando lejos de su hogar, no pierden la alegría ni el ritmo caribeño del merengue. También conozco a sus hijos: chicos con ilusiones, como los nuestros. Y creo que, si hace tantos años España les dio un idioma tan bello con el que entendernos, no está de más que hoy, materializando palabras tan importantes como «fraternidad» o «esperanza», los acojamos sin ningún tipo de prejuicios y les brindemos la oportunidad de vivir como seres humanos iguales a nosotros…» (pág. 208, M.ª Paz Cerrejón López, «Los hijos de La Española»).
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