ESCUCHAR
Escuchar es la forma de
afinar nuestra sensibilidad
para llegar al prójimo.
No se puede ir por la vida
dando voces y sin escuchar a nadie.
El que es totalitario grita,
pero no escucha.
Escuchar es callar, atender,
entender y contestar razonadamente.
El que escucha está en
disposición de amar.
Escuchar el latido de los
corazones y saber interpretarlos
como si fueran una melodía
constante.
Estamos en una época transcendental
en la que
el escuchar
nos enseñará al camino
difícil que ahora no vemos.
Del fondo de la humanidad
siempre surge un murmullo de voces que el oído fino y sensible sabe
interpretar.
Hay que concentrarse para
poder escuchar las palabras,
a veces incoherentes, a
veces incomprensibles, otras hirientes,
que profiere nuestra
juventud.
De la concentración en la
escucha nace la meditación
y de aquí la reflexión y por
fin
la conclusión.
Escuchar requiere esfuerzo
porque supone dominar
nuestra egolatría e
interesarnos por los demás.
El arte de escuchar se ha de
completar con el diálogo.
Del diálogo, sincero,
confiado, constructivo,
nace la luz que ilumina por
igual a ambos interlocutores.
Solo escuchando atentamente,
inteligentemente,
se puede llegar a un acuerdo.
(Fernando Orlando, Tomo III, pág. 242)
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