Sobre espumantes aguas
pasaron aceitunas, manzanas e higos
a tierras sedientas
de sus jugos.
El vino, invitado excepcional,
aprendió a regar
las carnes nuevas con nombres mayas,
y quechuas y taironas.
perfumaron las costas
del Mediterráneo:
un viejo que despertaba
con ese aroma ampuloso,
rotundo y dulce
que no conocía.
con los tambores cimarrones,
descubriste que tu cuerpo
no se resiste al ritmo.
Valses y jotas se aceleraron,
y ya en América celebraban
con las muchachas en flor.
de vistosas aves ignotas
trasladadas por los vientos del golfo
que olían a mangos,
o por los vientos de tornaviaje
que susurraban en tagalo.
Vi las plumas abanicándose
sobre las cortes de Sevilla,
refrescando las pieles que hoy adoran
los hijos del maíz.
y los que erais vosotros
y los que fuimos nosotros
nos fundimos en el beso eterno
de una lengua que nos dolió,
que nos costó,
pero que al final
nos unió
por el tiempo que dura
el amanecer por Levante,
el atardecer en Manila,
por los días que bañan mis trópicos,
que son tuyos,
por los nombres y las cosas que llegaron a vivir
cuando abrimos la boca.
en tus ojos azules o verdes,
en mi piel roja o canela,
en nuestras bocas enfrentadas,
en el beso apasionado de la historia.
Y aprendimos que la lengua es,
por sobre todas las cosas,
un órgano que llena
de dulce melodía
el aire de nuestras latitudes,
que son todas una,
y la misma.
COLOMBIA
Maestría en Historia. Fue becario en la Universidad de Salamanca
Su trabajo intelectual ha girado en torno a la construcción de identidad en América Latina por medio de la literatura: los mitos fundacionales y las novelas históricas, entre otros
Su obra literaria se compone de poesía y cuentos
(XIV Antología)
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